Tadeo colgó por última vez su sotana y su estola púrpura. Después de 10 años de la rigurosa dieta monástica que mantenía a Tadeo en la más absoluta inanición sexual, el hombre se encontraba en su casa, con el dormitorio de puertas abiertas. Miraba fijamente como su sombra crecía y se expandía al pasar de las horas mientras el sol imperativo cobraba intensidad, hasta que llegó a un punto en que las puertas ya no proyectaban más sombra, eran sólo ellas en todo su esplendor, con la luz de la luna iluminando todos sus bellos labrados. En sus pupilas destellaba el reflejo de la luna. Se encontraba atónito sentado a los pies de la cama, cuándo guiado por el sendero que le marcaba el haz de luz que atravesaba su habitación, desde la ventana hasta la salida, decidió incorporarse nuevamente en sí mismo, y comenzar la travesía interna que le llevaría marcar en el teléfono.
Pensó con sus pensamientos, se replanteó con sus replanteos de años, en 15 pasos hasta el teléfono de la sala, su vocación perdida junto con su juventud veinteañera…las maderas del piso estaban tan gastadas y decoloridas como debían estar por el paso del tiempo sin haberles prestado atención. Pero él se había reiventado, se había rearmado como hombre, y había pasado lo peor… la culpa con él mismo. No podía ya volver a sus atormentados atardeceres de rodillas postradas recitando himnarios. Hoy era el único día que importaba, ninguno otro atrás, ningún otro adelante. Así que sujetó el tubo con toda su convicción despojada de la tiranas limitaciones, discó determinado a terminar de comenzar el exilio a su libertad, y su voz sonó a él mismo por primera vez en mucho mucho tiempo…
– Ana ¿Cómo estás? Ha pasado tanto…-. Y se oyó como aclaraba su voz con una toz que le raspaba desde dentro.
– ¿Tadeo?¿Eres tú? ¡No lo puedo creer! ¡Por Dios! -. Que irónico y tan consecuentemente acertado su comentario.- Que dicha escucharte ¿Estás de visita? -.
– No sabes cuánto me alegra tu emoción, Digamos, que estoy de visita permanente.
– ¿Cómo así…? acaso…
– Sí, dejé mis hábitos. Y pensé en llamar una vieja amiga para ponernos al día.
– ¿En llamar solamente? No… ésto merece una celebración ¡jaja! y tomarnos algo como en los aquellos momentos en que vívidamente éramos amigos -. Dijo en un tono bromista solapando un regaño. Ella siempre fue de un belleza impetuosa y auténtica.
– Tienes toda la razón Ana, una llamada no hará justicia a todas las charlas que nos debemos. Pero ciertamente, aún no estoy preparado para salir de excursión nocturna-. Y él siempre ha sido templado, con el pulso medido para mantener las llamas bajas. Pero ahora eso había cambiado…
– Nadie dijo que saldríamos a ninguna parte… y entiendo perfectamente como debes sentirte-. Hizo una pausa enfática en ésto último y prosiguió.- ¿Qué te parece mejor, cerveza rubia o negra? No voy a decirte vino, porque ya sabemos a quién nos recuerda-. Y soltó una larga risa contenida que hizo reír en conjunto a Tadeo, y ya distendidos él le contestó – me gusta más la cerveza negra-.
– Excelente elección querido, estaré ahí en dos horas-. Cortó el teléfono y Tadeo se quedó escuchando unos segundos cómo quedó en coma la charla hasta el momento de su reunión.
Tras la charla, se dió una larga ducha, y comenzaron a aflorar imágenes de Ana, y de ellos cuando eran jovencitos. Recordó con cariño los hoyuelos que se le hacían a los costados cuando sonreía ella, su pelo que podía fundirse con el color del sol si la mirabas caminar una mañana de verano, su piel como lienzo blanco salpicado hermosamente de pintitas rosas como si lo hubiese realizado un artista, su aroma que siempre lo guiaba a estar cerca de ella para sentirlo exquisitamente… y en el deleite de estos recuerdos sintió la emoción de su virilidad exclamando ¡Deseo!
Se vistió con euforia y alegría, con las prendas nuevas que el vendedor de una tienda ‘’de moda’’ le había ayudado a elegir. Se sentía masculino con la camisa a cuadros azules y una remera negra semi justa por debajo, el jean, los championes deportivos y el espectacular perfume de Calvin Klein. Estaba preparado para impresionarla, hasta que tocó el timbre, bajó las escaleras tan rápidamente que casi se tuerce un tobillo, y abrió la puerta… y el único espectáculo que realmente impresionaría a cualquiera, era Ella… ella y todo el esplendor de su belleza acentuada en un vestido rojo que le acariciaba apretadamente desde las rodillas hasta el busto que asomaba por el escote recto, y un casillero de 6 cervezas negras de 500ml. Lo miró con una delicada sonrisa y sin mediar palabra aún, lo abrazó fuertemente; se detuvieron en ese instante de conexión entre ellos y todas las noches y los días que pasaron se esfumaron. Tadeo buscó su mirada y ella vio el reflejo del mismo sentimiento callado. Suspiró entre dientes – No volveré a irme, lo prometo -. Luego la invitó a pasar, él la cortejaba con halagos y chistes rememorando anécdotas que la complacían.
Así la velada iba transcurriendo, alcohol mediante risas y no tan inocentes caricias… que buscaban corromper la fronteriza amistad que juntos habían construido, para hallar la forma de escapar a la cola del diablo. Ahora ya nada les impedía arder juntos en todas las fantasías que les quemaba la sangre hacer. Ana botó su botella vacía, y su garganta estaba sedienta de él, de todo lo que pudiese besar, lamer y tragar de él… así que avanzó hasta su boca tomándole el rostro con ambas manos, y se degustaron en un beso apasionado e interminable. Él la tomó de la cintura y sus manos comenzaron a peregrinar hasta el final de su falda empezando a levantarla, recorriendo ahora por su piel el mismo camino hasta llegar a sus nalgas carnosas a las que se aferró para atraer su pelvis a la de él, y que así ella sintiera su rígida excitación frotándose sobre ella. Ésto la encendió increíblemente, podía sentir la calidez con que se le humedecía hasta las medias de nylon que llevaba, y lo tumbó directamente en un sofá, colocándose sobre él. Tadeo nunca había experimentado algo igual, su miembro estaba agarrotado de excitación, parecía que iba a desprender violentamente los botones del jean que lo aprisionaba, cuando ella le liberó uno a uno, rozando sus labios en el bóxer que aún le contenía. Tadeo alzó unos segundos su vista impúdica pudiendo observar la cola de Ana enmarcada en su ropa íntima negra y ajustada, cuando lo azotó una sensación de éxtasis indescriptible, que lo hizo arquearse de estremecido placer, y sus pupilas se volvieron fijamente sobre la boca de Ana que insaciablemente lo chupaba y lo lamía, bajando y subiendo en su pene, lubricando con su saliva el paso que le hacía más sencillo desplazarse cada vez más fuerte y rápido sobre él, mientras Tadeo recogió su pelo con una mano y no pudo contenerse de apretarlo, ayudando el desempeño que le hacía gemir y gemir de gozo. Ella lo masturbaba abarcándolo completamente, saboreando su corrugada sensación en la lengua, de su base hasta su cúspide y nuevamente a su base, acelerando cada vez más sus latidos, acelerando su exhalos, su pelvis que comenzó a embestirse sin control sobre ella, y la contuvo con sus manos aferradas a sus piernas, Ana enloquecía de placer escuchando sus alaridos asincrónicos, pero pronto no pudo sostener más las convulsiones de su cadera, y se retiró para terminarle con sus manos, cuando observó que todo su cuerpo se mecía pálido hacia un costado.
Ana sollozó su nombre abrazándolo nuevamente, y diciéndole – no te vayas de nuevo, lo prometiste -.
Los hombres tienen un mayor riesgo de padecer un accidente cerebrovascular, y su probabilidad se aumenta durante el sexo y con la edad.